
Así, en vez de corregir, callamos o mentimos, dejando que
esa persona siga en el error… Bueno, también puede que esa persona no esté
efectivamente en un error y que seamos nosotros los equivocados. Pero de todas
maneras, quedarnos callados, en alguna medida, nos hace cómplices de esa
equivocación.
¿Nos falta valor? Sí, puede ser… ¿Nos falta la confianza
suficiente con esa persona? También, pues no se puede llegar y corregir a
cualquiera, es necesario tener la cercanía requerida para que esa corrección
sea efectivamente constructiva y con amor. Paro hay algo, en mi parecer, que nos
hace falta a todos: la fortaleza de aguantar una crítica.
Necesitamos con urgencia ser capaces de tolerar las críticas,
de escuchar con paciencia lo que otro piensa de nosotros cuando se trata de aspectos
negativos. Lamentablemente si nos ensalzan con bellas palabras, queremos oír,
incluso los detalles; pero cuando se trata de cosas no del todo positivas,
ponemos una cierta resistencia que impide la recepción plena del mensaje.

Por ahora podemos pensar en cuantos consejos hemos
despreciado por necios, e intentemos no volver a cometer el mismo error. Tratemos
de buscar las maneras adecuadas de corregir a quienes nos rodean sin ser odiosos.
Si aquella persona es capaz de ver nuestra buena intención, valorará lo que
estamos haciendo y podremos encontrar una amistad (o fortalecer la que se
tiene); por el contrario, si nuestras palabras son despreciadas, no importa,
debemos estar tranquilos, porque exponerse gratuitamente a quedar mal frente a
una persona por su bien, no es un acto de estupidez, sino de valentía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario